lunes, 21 de febrero de 2022

Hoy entré a blogspot y me encontré

con cuatro entradas, dos en palabras propias, dos con palabras prestadas. La primera y la última son transcripciones de textos que en algún momento llamaron mi atención. Una cita de Kusch que ofició como reapertura de este blog (que supo tener cierta actividad entre el 2006 y el 2009) y otra de Jacques Derrida que cierra el breve repertorio. En el medio, como un sanguchito, algunos riesgos. Una reflexión sobre la (no)traducción, y un intento por autodecirme y pensarme. 

Ignoro el saldo de esta revisión. Corregí un error de ortografía. 


jueves, 6 de noviembre de 2014

No hay lengua propia

¿Qué nombra en efecto la lengua, la lengua llamada materna, la que se lleva consigo, la que nos lleva también del nacimiento a la muerte? ¿No representa el propio – hogar que jamás nos abandona? ¿Lo propio o la propiedad, la fantasía al menos de propiedad que, lo más cerca posible de nuestro cuerpo, y ahí volveremos siempre, daría lugar al lugar más inalienable, a una especie de hábitat móvil, una vestimenta o una carpa? La llamada lengua materna, ¿no sería una especie de segunda piel que se lleva sobre uno, un propio – hogar móvil?¿Pero también un propio – hogar inamovible puesto que se desplaza con nosotros?

(...)

Y bien, la palabra, la lengua materna no es sólo el propio – hogar que resiste, la ipséité del sí mismo que oponemos como una fuerza de resistencia, como una contra – fuerza a esas dis-locacio-nes. La lengua resiste a todas las movilidades porque se desplaza conmigo. Es la cosa menos inamovible, el propio cuerpo más móvil que sigue siendo condición estable, pero transportable, de todas las movilidades: para utilizar el fax o el teléfono ‘celular’, es necesario que lleve encima de mí, conmigo, en mí, como yo, el más móvil de los teléfonos que llamamos una lengua, una boca y un oído que permiten escucharse hablar.

Describimos aquí – lo que equivale a acreditarla – la más infatigable de las fantasías. Porque eso que así no me abandona, la lengua, es también, en realidad, en necesidad, más allá de la fantasía, lo que no cesa de separarse de mí. La lengua sólo funciona  a partir de mí. Es también aquello de lo que parto, me paro y me separo. Lo que se separa de mí partiendo de mí.

(...)

como si la lengua fuera un resto de pertenencia mientras que, volveremos sobre esto, las cosas son más tortuosas. Si ésta parece ser, además, y por eso mismo, la primera y última condición de la pertenencia, la lengua es también la experiencia de la expropiación, de una irreductible exapropiación. La lengua llamada ‘materna’ es ya ‘lengua del otro’

Derrida, "El monolingüismo del otro" 



sábado, 31 de diciembre de 2011

porque todo lo que soy deje de ser, y el orden y su estructura se conviertan en lo impredecible y lo caótico

lunes, 12 de diciembre de 2011

notas sobre la traducción

O mejor dicho, sobre la traducibilidad del término "bestia" o el sentido de la acusación de "bestia". En francés bêtise, Dummheit en alemán, stupidity en inglés, idiota, estúpido, campo semántico donde se torna confuso encontrar una equivalencia univoca entre cada uno de estos términos. 
Toda traducción guarda cierta indeterminación donde el sentido de lo expresado se escapa, cierto resto intraducible queda velado u oculto como un secreto. Sin embargo, a todo lo que hay de intraducible se opone la no-intraducibilidad que nos permite día a día hallar las equivalencias más o menos finas entre cada idioma. Toda traducción oscila entre esa indeterminación y el resultado de lo traducido, como si el castigo de Babel hubiese sido ocultarnos un algo de sentido cada vez que intentamos comunicarnos, dejándonos con esta comunidad de incomunicados que somos.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

En esta pálida ciudad

Basta un instante cualquiera vivido en la ciudad, como algo parcelado, separado de todos los intereses en que nos hallamos aprisionados, para sentir la falsedad de todas nuestras actitudes y comprender que la verdad naturalmente honda de toda situación, debemos buscarla fuera o por debajo de la ciudad. Lo que heredamos, lo heredamos falseado, con un tinte de ficción, con un cúmulo de verdades consagradas fuera de la realidad, en el que no intervino sino un afán colectivo de mostrar lo que no somos.


Rodolfo Kusch - La seducción de la barbarie